sábado, 9 de enero de 2010

FRAGIL COMO EL CRISTAL

La vida es tan hermosa y los acontecimientos tan profundos que no nos basta el tiempo para contemplarlos. Lo normal pareciera que consiste en ver lo feo, aquello que no tiene sentido, debe ser porque aunque veamos lo bello, al final nos damos cuenta que todo es efímero, como cuando el principito descubrió que su flor se podía marchitar.
La caducidad de la vida puede llevarnos a pensar en la falta de sentido de las cosas o, peor aun, nos impulsa a un mal entendido aprovechar las cosas antes que se acabe la vida. Muy parecido en estos tiempos a los turistas que invaden las grandes ciudades del mundo, toman un tour y los llevan casi corriendo para poder aprovechar la estancia en esos lugares al máximo. Al final lo que queda es un cansancio profundo, vimos tantas cosas bellas, detuvimos el tiempo en un chip de cámara y luego lo que nos queda es un recuerdo de haber conocido, mas no en profundidad una ciudad, unas ruinas o unas tumbas. El afán de conocer lo máximo posible nos aleja de la capacidad de asombro ante lo pequeño, lo que vale, lo que tenemos, lo que vivimos.
Hay quienes hablan de ser viajeros, en algunas religiones se habla de peregrino, claro que éste último tiene una meta concreta de vida y hace todo lo posible por llegar a ella. Aunque la palabra peregrino nos ayuda a contemplar la vida, creo que la palabra caminante tiene una connotación todavía más amplia, aquel que camina y va contemplando la vida con sus bajos y altos, sus momentos de alegría, paz, esperanza y amor, como también los momentos de dolor, traición, maldad y desazón. Que difícil es aceptar lo caduca que es la vida y lo bello de la imposibilidad que “no nos quiten lo bailado”.
La vida es frágil como el cristal pero hermosa al mismo tiempo y creo firmemente en el caminar conciente de aquel que la toma como lo que es; una oportunidad de crecer, amar, servir y pasar haciendo el bien.
Roger Ruiz


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